sábado, 18 de diciembre de 2010

LUZ CELESTE

Hace tiempo nadie sabía cuál era el sexo de los niños por nacer. No había ecografías para determinarlo. Por eso, y para calmar la ansiedad, aparecían las teorías más disparatadas sobre el asunto: que si tiene la panza en punta, que si el pelo de la madre se pone lustroso, que si se mueve así o asá. Especulaciones, apuestas y deliberaciones que se resolvían con el parto.
En la sala de espera, en la maternidad, había dos luces, una rosada y una celeste (no sé si todavía están, vaya uno a saber). El padre esperaba ahí el veredicto de la luz para saber si tenía que comprarle una muñeca o una pelota de fulbo. Y cuando se encendía una u otra el misterio terminaba: rosa, mujer; celeste, hombre.
Ahora eso cambió y la luz se prende antes.
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